miércoles, 26 de mayo de 2010

MIGUEL HERNANDEZ


TUMBA DE MIGUEL HERNANDEZ


RETRATO DE MIGUEL HERNANDEZ

MIGUEL HERNANDEZ Y SU ESPOSA

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Biografias de autores finales del XIX

JOSE MARIA EÇA DE QUEIROZ

CHARLES DICKENS

FIODOR DOSTOIEVSKI



HONORE DE BALZAC


LEON TOLSTOI





BENITO PEREZ GALDOS


JUAN VALERA

LEOPOLDEO ALAS, CLARIN

PEDRO ANTONIO DE ALARCON

VICENTE BLASCO IBAÑEZ

EMILIA PARDO BAZAN





JOSE MARIA EÇA DE QUEIROZ

José Maria de Eça de Queirós nació en Póvoa de Varzim el 25 de noviembre de 1845, hijo natural del magistrado José Maria de Almeida Teixeira de Queirós y de Carolina Augusta Pereira de Eça. Fue inscrito en el registro como hijo de madre desconocida, y bautizado en la localidad de Vila do Conde. Aunque sus padres terminarían por casarse cuatro años después de su nacimiento, el joven José Maria vivió hasta 1855 en casa de sus abuelos paternos, en Verdemilho. Dicho año se trasladó a Oporto, y cursó la enseñanza secundaria en el Colégio da Lapa de dicha localidad, que estaba dirigido por el padre de otro ilustre escritor portugués, Ramalho Ortigão.[1]
Con dieciséis años, en 1861, inició sus estudios de derecho en la Universidad de Coímbra, donde trabó amistad con Antero de Quental y Teófilo Braga. Se licenció en 1866.[1] Durante el último curso, se estrenó como escritor publicando una serie de diez artículos, con el título general de "Notas marginales", en el diario Gazeta de Portugal.[2] Dichos artículos, que serían más tarde recogidos en su libro Prosas bárbaras, chocaron al público portugués por la novedad de su estilo.[2]
En 1866, concluidos sus estudios universitarios, se instaló en Lisboa, en casa de sus padres, y al año siguiente abrió despacho de abogado en la capital portuguesa. Continuó colaborando con el diario Gazeta de Portugal, aunque por un breve periodo (entre finales de 1866 y julio de 1867) residió en Évora, donde se ocupó de la dirección del diario local, Distrito de Évora. A finales de 1867 fue uno de los socios fundadores del "Cenáculo", junto con Salomão Saragga, Jaime Batalha Reis, Augusto Fuschini, Ramalho Ortigão, Oliveira Martins y José Fontana.[1]
A finales de 1869 e incios de 1870, Queirós viajó a Egipto y presenció la inauguración del Canal de Suez. De regreso en Lisboa, en 1870, publicó una serie de artículos sobre su viaje, con el título de "De Port-Said a Suez", en el periódico lisboeta Diário de Notícias.[1] Estos artículos serían más tarde recogidos en un libro publicado póstumamente, Notas contemporáneas. Ese mismo año se publicó, también con formato de folletín periodístico, su primera novela, escrita en colaboración con Ramalho Ortigão, El misterio de la carretera de Sintra. Se trata de un relato de misterio, cercano a la novela policiaca,[2] que apareció entre julio y septiembre, también en el Diário de Notícias. También en 1870, Queirós fue nombrado administrador municipal en Leiria, y en septiembre se examinó para el puesto de cónsul de primera clase, obteniendo el número uno.[1] En 1871 participó en las llamadas Conferencias del Casino. Su conferencia se tituló "La nueva literatura", con el subtítulo "El realismo como nueva expresión de arte". Durante su estancia en Leiria, e inspirándose en el ambiente de esta ciudad, escribió su primera novela realista sobre la vida portuguesa, El crimen del padre Amaro, que se publicaría en 1875 en las páginas de la Revista Ocidental, y que aparecería posteriormente (en 1876 y luego, con importantes modificaciones, en 1880) como volumen independiente.[2] Junto con Ramalho Ortigão fundó y dirigió un periódico, As Farpas, que inició su andadura en 1871.[1]
En 1872 su carrera diplomática lo llevó a La Habana. Desde entonces viviría alejado de su país natal, al que sólo regresaría durante periodos breves de tiempo. Residió en Cuba dos años, durante los cuales aprovechó también para viajar por Estados Unidos y América Central. No obstante, prosiguió sus colaboraciones con diarios portugueses, y en 1874 apareció en el Diário de Notícias su relato breve "Singularidades de Uma Rapariga Loura".[1]
Fue destinado a Inglaterra, al consulado de Newcastle-upon-Tyne, en 1874. Allí redactó su tercera novela, El primo Basilio, que concluyó en 1875. Durante su estancia en Newcastle, remitió regularmente al diario de Oporto A Actualidade los artículos que luego constituirían su libro Cartas de Inglaterra. Por entonces concibió el ambicioso proyecto de escribir una serie de doce novelas sobre la vida portuguesa, con el título genérico de "Escenas de la vida portuguesa".[1]
En 1878 fue transferido a Bristol. Trabajaba por entonces en la novela La capital, que no llegaría a publicar en vida (aparecería póstumamente, en 1925), y en la que se considera su obra más destacada, la extensa Los Maia. Si las dos obras citadas son la quintaesencia del realismo, Queirós frecuentó también relatos en los que lo fantástico tiene una gran importancia, como es el caso de El mandarín (aparecido en 1880 en el Diário de Portugal), y La reliquia (1887). Al mismo tiempo, siguió colaborando con varios diarios portugueses, y su firma apareció también en algunos periódicos brasileños, como la Gazeta de Notícias de Río de Janeiro.[1]
Su último libro fue La ilustre casa de Ramires, sobre un hidalgo del siglo XIX con problemas para reconciliarse con la grandeza de su linaje. Es una novela imaginativa, entremezclada con capítulos de una aventura de venganza bárbara ambientada en el siglo XII, escrita por Gonçalo Mendes Ramires, el protagonista. Se trata de una novela titulada La torre de D. Ramires, en la que antepasados de Gonçalo son retratados como torres de honra sanguínea, que contrastan con la laxitud moral del joven.
José Maria Eça de Queirós murió en 1900 en París.




CHARLES DICKENS

Dickens nació el 7 de febrero de 1812, en el distrito de Landport, perteneciente a la ciudad de Portsmouth, hijo de John Dickens (1786–1851), oficinista de la Pagaduría de la Armada en el arsenal del puerto de Portsmouth, y de su esposa Elizabeth Dickens, de soltera Barrow (1789–1863). En 1814, la familia se traslada a Londres, Somerset House, en el número diez de Norfolk Street. Cuando el futuro escritor tenía cinco años, la familia se mudó a Chatham, Kent. Su madre era de clase media y su padre siempre le colaba los dedos, debido a su excesiva inclinación al despilfarro. No recibió ninguna educación hasta la edad de nueve años, hecho que posteriormente le reprocharían sus críticos por mantener una formación bastante autodidacta. Con esta edad, después de acudir a una escuela en Rome Lane, estudia en la escuela de William Gile, un graduado en Oxford, ctura; pasaba el tiempo fuera de casa, leyendo vorazmente y mostrando una particular afición por las novelas picarescas, como Las aventuras de Roderick Random y Las aventuras de Peregrine Pickle de Tobias Smollett y Tom Jones de Henry Fielding, quien sería su escritor favorito, así como las novelas de aventuras como Robinson Crusoe y Don Quijote de la Mancha. En 1823, se reúne con su familia de nuevo en Londres, en el número 16 de Bayham Street, Camden Town, que era entonces uno de los suburbios más pobres de la ciudad. Aunque sus primeros años parecen haber sido una época idílica, él se describía como un «niño muy pequeño y no especialmente cuidado». Posteriormente hablaría de su extremo patetismo y su memoria fotográfica de personas y eventos que le ayudaron a traer su ficción a la realidad.[3]
Su vida cambió profundamente cuando su padre fue denunciado por impago de sus deudas y es encarcelado en la prisión de deudores de Marshalsea. La mayor parte de la familia se traslada a vivir con su padre a la cárcel, posibilidad establecida entonces por la ley que permitía a la familia del moroso compartir su celda. Charles es acogido en una casa de Little College Street, regentada por la Señora Roylance y acude los domingos a visitar a su padre en la prisión.
A los doce años, se consideró que el futuro novelista tenía la edad suficiente para comenzar a trabajar, y así comenzó su vida laboral, en jornadas diarias de diez horas en Warren's boot-blacking factory, una fábrica de betún para calzado, ubicada cerca de la actual estación ferroviaria Charing Cross de Londres. Durante este periodo su vida transcurre pegando etiquetas en los botes de shoes polish ganando seis chelines semanales. Con este dinero, tenía que pagar su hospedaje y ayudaba a la familia, la mayoría de la cual vivía con su padre, que permanecía encarcelado.
Después de algunos meses, su familia pudo abandonar la prisión de Marshalsea pero su situación económica no mejoró hasta pasado un tiempo, cuando al morir la abuela materna de Charles, su padre recibe una herencia de 250 libras. Su madre no retiró a Charles de forma inmediata de la compañía, que era propiedad de unos parientes de ella. Dickens nunca olvidaría la decisión de su madre al obligarle a permanecer en la fábrica. Las condiciones deplorables bajo las cuales sobrevivían las clases proletarias marcarían su obra como escritor, de la cual dedicaría gran parte a la denuncia de dichas condiciones. Así fue como Dickens escribió en David Copperfield, juzgada como su novela más autobiográfica, «Yo no tenía ningún consejo, ningún apoyo, ningún estimulante, ninguna consolación, ninguna asistencia de ningún tipo, de nadie que me pudiera acordar. ¡Cuánto desearía ir al cielo!».



FIODOR DOSTOIEVSKI

Fiódor Mijáilovich Dostoyevski (Фёдор Михайлович Достоевский /ˈfʲodər mʲɪˈxajləvʲɪtɕ dəstɐˈjɛfskʲɪj/ escuchar ▶ (ayuda·info); en castellano a veces transliterado Dostoievski o Dostoyevsky) (Moscú, 30 de octubrejul./ 11 de noviembre de 1821greg.San Petersburgo, 28 de enerojul./ 9 de febrero de 1881greg.) fue un novelista ruso del siglo XIX.
La literatura de Dostoyevski explora la psicología humana en el complicado contexto político, social y espiritual de la sociedad rusa del siglo XIX. Es considerado uno de los escritores más grandes de la literatura rusa y mundial. Walter Kaufmann citó las Memorias del subsuelo (1864), escritas en la amarga voz del anónimo «hombre subterráneo», como «la mejor obertura para el existencialismo jamás escrita».[4] En el mismo sentido, el prestigioso intelectual y escritor austríaco Stefan Zweig consideró al escritor ruso como «el mejor conocedor del alma humana de todos los tiempos».[5] Asimismo, se le incorpora en la lista de los mejores y más influyentes escritores de la historia, al lado de Homero, Dante, Shakespeare o Cervantes. En una lista elaborada por el Instituto Nobel y el Club del Libro Noruego con la participación de cien prestigiosos escritores de 54 países diferentes sobre cuál es la mejor obra de la historia, Dostoyevski era el escritor con más obras, con un total de cuatro, las correspondientes a sus grandes novelas.[6]
Cabe resaltar la influencia ejercida sobre Nietzsche, quien afirmó: «Dostoyevski, el único psicólogo, por cierto, del cual se podía aprender algo, es uno de los accidentes más felices de mi vida, más incluso que el descubrimiento de Stendhal».




HONORE DE BALZAC

Honoré de Balzac nace en Tours, en el seno de una familia burguesa. Su padre, cuyo nombre de nacimiento era Bernard-François Balssa, procedía de una pobre familia de agricultores de Tarn, región al suroeste de Francia.[1] De espíritu emprendedor, Bernard-François abandonó su aldea natal y en 1760 marchó a París,[2] con la determinación de mejorar su estatus social. Gracias a la educación básica que había recibido por parte de un párroco familiar suyo, Bernard-François encontró empleo como funcionario en la secretaría del Conseil du Roi (Consejo del Rey), aunque las afirmaciones de que en 1776 era Secretario del Conseil, e incluso avocat du roi, parecen ser invenciones del propio Bernard-Francois.[3] A fin de ayudarse a medrar, por esas fechas cambiaría el apellido familiar, Balssa, por el de Balzac, arguyendo un lejano (y falso) parentesco con la aristocrática familia de los Balzac, que oportunamente estaba extinguida. Para 1789, año de la Revolución, Bernard-François de Balzac (comúnmente añadía, sin permiso oficial, el de aristocrático) estaba lo suficientemente bien relacionado y había labrado una fortuna considerable, siendo su principal valedor el general barón François René Jean de Pommereul. Tras el reinado del Terror (1793-1794), consideró conveniente ponerse al servicio del Directorio, y logró, por intermediación de de Pommereul, un lucrativo puesto en la intendencia del ejército.[4] En ese desempeño se enriquecería considerablemente, y haría valiosas relaciones entre la burguesía de París. Tras un tiempo de oscuros negocios, abandonó su cargo en la intendencia para trabajar como primer secretario de la casa de banca Daniel Dourmerc de París.[5] Con 50 años de edad, contraería matrimonio con Anne-Charlotte-Laure Sallambier, de 18 años, hija de uno de sus superiores en la banca Dourmerc; el matrimonio fue concertado entre el propio Bernard-François y la familia Sallambier, que, pese a la diferencia de edad, veía en Bernard-François un excelente partido. Celebrado el matrimonio, Bernard-François consideró que, para evitar circunstancias incómodas por ser un subalterno de su suegro en el banco, debía abandonar el negocio. Recurriendo a sus amistades, fue enviado a Tours como Comisario de Subsistencias, encargado de coordinar la adquisición de víveres y pertrechos para la 22ª división del ejército.[6]
El matrimonio se asentaría en Tours, donde, gracias a la fortuna de Balzac padre y de la propia Anne-Charlotte, gozaron de la consideración general. El general de Pommereul lograría para Balzac el prestigioso (y lucrativo) cargo de administrador del hospicio de Tours. Mientras residían en dicha ciudad, Anne-Charlotte dio a luz, en 1799, a Honoré Balzac, hijo segundogénito del matrimonio, si bien el primogénito, Louis-Daniel, nacido un año antes, había muerto al cabo de un mes. En la misma ciudad nacerían las hermanas de Honoré, Laure y Laurence (1800 y 1802 respectivamente), y el hermano menor Henry-François, en 1807.[7]
[editar] Infancia y Juventud
La infancia de Honoré fue difícil, y estuvo caracterizada por el desapego emocional que mostraron su padres, sobre todo su madre, hacia él; esto marcaría profundamente a Honoré, quien siempre buscaría relacionarse con mujeres mayores que él, capaces de ofrecerle el amor que su madre le negara en su infancia.[8] Nada más nacer fue confiado a una nodriza, con la que viviría hasta la edad de cuatro años fuera del hogar paterno; sólo se le permitía visitar a sus padres, como si se tratara de un extraño, dos domingos de cada mes.[9] Cuando pasó a residir en casa de sus padres, éstos le trataron con gran frialdad, manteniendo una gélida distancia hacia su hijo, a quien no se le permitía ninguna diversión infantil. A la edad de ocho años, su madre insistió en enviarlo a un internado en la localidad de Vendôme, donde pasaría los siete siguientes años. Las condiciones del internado eran duras: no había vacaciones escolares,[10] por lo que apenas vio a sus padres en todo ese tiempo; su madre, esperando despertar en él un afán ahorrativo y trabajador, apenas le mandaba dinero, por lo que Balzac era ridiculizado por sus compañeros;[11] el sistema de estudio del internado, basado en la continua memorización de textos, no se adecuaba a Honoré, quien sería uno de los peores estudiantes de su clase;[12] su actitud desganada le valieron frecuentes castigos, tanto corporales como en celdas de detención... Sus experiencias en la escuela las plasmaría en la semi-autobiográfica novela Louis Lambert (1832).[13]
En 1814 Honoré abandona el internado, al parecer tras haber sufrido una larga enfermedad indeterminada (Balzac hablaría de una "congestión intelectual"[14] ). Ese mismo año, su familia se traslada a París, donde el joven Honoré fue educado primeramente en el internado de Georges Lepître, un antiguo amigo de la familia y, cuando su falta de progresos en los estudios comienzaa a preocupar a la familia, en el internado de un tal monsieur Gancer,[15] donde, mal que bien, Honoré acaba sus estudios en 1816. Simultáneamente, y tras la caída del Imperio Napoleónico, Bernard-François pierde sus cargos al servicio del estado. La familia, esperando ahorrar gastos, se traslada a las afueras de París, a la localidad de Villeparisis. Aunque durante esa época Balzac entraría en contacto con la literatura francesa y anglosajona, este período es de gran infelicidad para Balzac, marcado por la continua presión de su madre para hacer algo de él en la vida, y la amargura con que trata todas sus acciones. Al parecer, Honoré afirmaría haber intentado suicidarse arrojándose desde un puente sobre el Loira en ese período.[16]
En 1816, con la esperanza de hacer de él un abogado, lo mandan a estudiar a la Sorbona[17] donde Balzac asiste a los cursos de Victor Cousin sobre filosofía. Su interés por el filósofo y místico sueco Emanuel Swedenborg, a quien ya conocía por medio de su madre, parece que se desarrolló plenamente durante este período.[18] Su afición a la lectura y a la literatura le hacen plantearse dedicarse de manera profesional a las mismas, pero encuentra muchos impedimentos familiares, sobre todo por parte de su madre. Cuando consigue graduarse, su padre hace que entre en el despacho de un notario amigo de la familia, Victor Passez, trabajo con el cual adquirá un gran conocimiento de los entresijos legales, y se formará una opinión bastante negativa de los manejos económicos de la alta sociedad.[19] En 1819, Passez, planeando un futuro retiro, le ofrece a Honoré ser socio de su despacho; éste, asqueado por la monotonía del trabajo, así como por ver frustradas sus aspiraciones literarias, lo rechaza, y anuncia a su familia la intención de establecerse en París como escritor de éxito.[20]
[editar] Inicios literarios
Pese a la oposición familiar, logra su objetivo y en el verano de 1819 se instala en París, donde vive pobremente en el 9 de la rue Lesdiguières hasta 1821. En ese período compone Cromwell (1820), una obra en verso según el estilo de Schiller, de temática histórica, gran torpeza y de muy baja calidad. Al leerla ante su familia, que se muestra tremendamente confundida con respecto a la calidad de la misma, logra que su cuñado, un ingeniero de caminos, se la presente al profesor de literatura de la Ecole Polytechnique, quien la rechaza amablemente y aconseja a Balzac dedicarse a la prosa.[21]
Desanimado, temiendo que deberá dedicarse pese a todo a la notaría, en 1821 conoce a Auguste Lepoitevin, un aspirante a escritor que, al apreciar la extraordinaria capacidad de trabajo de Honoré, propone a Balzac crear una curiosa asociación literaria, en la que éste escribe novelas cortas de folletín que Lepotevin se encarga de vender al editor. Tras publicar en menos de un año y bajo pseudónimo tres novelas en colaboración con Lepoitevin, Balzac se independiza y decide dedicarse de lleno a ese negocio literario, con la esperanza de hacerse lo suficientemente rico en el menor período de tiempo posible, a fin de poder dedicarse posteriormente a la auténtica literatura. La desbordante capacidad de trabajo de Balzac le lleva a comenzar a recibir y aceptar encargos de todo tipo. En el período que va de 1821 a 1829, Balzac escribirá por encargo de editores sin escrúpulos, bajo varios pseudónimos, a veces incluso permitiendo que otros firmen sus obras, multitud de novelas de ínfima calidad (al menos se conocen nueve de ellas, pero se sospecha de al menos otras tantas; el propio Balzac no quiso dejar constancia de cuáles eran suyas[22] ). También escribiría obras de ciencias naturales, historia, artículos periodísticos, panfletos políticos.,[23] todo ello por encargo de editores que esperaban una entrega rápida y eficaz. El estilo de Balzac, que a veces resulta desarreglado y poco estable, parece sufrir por estos años en los que, a decir de Stefan Zweig, Balzac vende su alma al mejor postor.
[editar] Balzac y los negocios
Las ganacias de este período parece ser que pudieron ser cuantiosas, asegurándole unos ingresos anuales de más de 4000 francos.[24] Sin embargo, desde 1825 Balzac comienza a mezclarse en los más pintorescos negocios, en los que perderá todos sus ingresos y que lo obligarán a vivir siempre endeudado.
El primero de estos fue la edición en un sólo volumen de las obras completas de Molière y de Fontaine, en 1825. A sugerencia de un editor, Balzac cree ver en este negocio el inicio de su fortuna: en principio, razona, la edición en un sólo volumen de las obras de Fontaine harán que la clase media, que no dispone de ingresos ni de espacio para albergar una de las lujosas ediciones de estas obras completas en veinte volúmenes, corran a comprarlas, máxime si se le añaden ilustraciones de calidad. El negocio, que Balzac financia casi en toda su totalidad al retirarse el resto de socios, y con el que pierde miles de francos, es de muy poco éxito: la letra de la obra resulta demasiado pequeña, las ilustraciones son de mala calidad y el precio del volumen, 20 francos, resulta prohibitivo. En la edición de unos 2000 volúmenes, Balzac ha gastado cerca de 50.000 francos que ha tenido que tomar prestados, y el coste de impresión de cada volumen es de 13 francos. Conforme pasa el tiempo ve que no se venden y comienza a reducir el precio hasta 13 francos, y posteriormente 10, 9, 7 y 5 francos; aun así, sólo logra vender unos 20 libros, por lo que, cuando los acreedores le apremian a pagar sus deudas, Balzac, desesperado, le vende los 2000 volúmenes a un editor de provincias por 5 francos el libro; sin embargo, el editor no le paga en metálico, sino que libra una letra a su favor, y cuando Balzac le exige el pago, lo hace en especie, con una edidición de manuales de pésima calidad que no valen nada. Así, el negocio resulta paradójico, pues Balzac no sólo no logra vender ni un solo libro, sino que, cuando intenta recuperar parte de la inversión deshaciéndose de ellos, acaba a cambio con otra serie de libros aún menos vendibles.
Hacia 1827, se involucra en otros negocios relacionados con el mundo editorial, que también fracasan y le llenan de deudas. Primeramente, se hace editor; funda una imprenta en el Marais parisino, gastando una fuerte suma en conseguir la licencia de impresión, el capital para maquinaria, los obreros, etc. La imprenta comienza a funcionar, pero malamente: Balzac no establece ningún criterio editorial, y se dedica a pubicar todo tipo de panfletos, propagandas, libros, manuales... Al cabo de unos meses, es evidente que el negocio no marcha bien; entonces, a fin de compensarlo, decide crear, endeudándose de nuevo, un periódico que él mismo edita; la línea editorial del mismo, caótica, y el escaso interés que suscita ayudan a hundir un poco más la situación. Por tanto, para reflotar los dos negocios, que ha conseguido enmarañar y amalgamar de manera abstrusa, decide fundar una fundición de tipos de imprenta; sin embargo, su ignorancia absoluta sobre este campo, y los retrasos que sufre en el inicio de las actividades hacen fracasar estos negocios. Finalmente, resulta que su desastrosa gestión ha logrado entremezclar las tres sociedades de manera tan caótica que el abogado que su familia, temiendo el mal nombre que pudiera acarrearle la bancarrota de Balzac, le impone como administrador la liquidación o el traspaso de las empresas; tarda cerca de dos años en desenmarañar la situación. Curiosamente, una vez saneadas, la imprenta y la fundación de tipos resultarán negocios muy prósperos.
A pesar de la ayuda de Madame de Berny, quince años mayor que él, con la que tuvo relaciones y que le abrió las puertas del mundo parisino, pasó por graves dificultades financieras. En abril de 1828 debía a su propia madre unas 50.000 libras,[25] y parece ser que había comenzado la costumbre de contraer deudas para pagar otras.[26]
[editar] Éxito literario

Busto de Balzac, por Rodin.
En 1829, a la edad de 29 años, y acosado por los acreedores, encuentra por casualidad un episodio de la Guerra de los Chuanes con el que se siente especialmente inspirado. Influido por la obra de Walter Scott, decide novelar el episodio, para lo cual recurre a uno de las personas que lo vivieron, el anciano general de Pommereul, viejo amigo de su padre a quien, esperando huir de sus acreedores de París, visita en Fougéres.[27] En esa localidad completa la novela, cuya calidad, muy por encima de los folletines que había producido hasta entonces, le anima a firmarla con su nombre.[28] La novela, que parece inicialmente con el título de El último chuan (posteriormente la revisaría y volvería a publicar como Los Chuanes), se vende mal, pero le permite llamar la atención. En unos pocos años se convierte en el personaje de moda y en el autor más prolífico de París. Su asombroso rendimiento se debía a su hábito de escribir alrededor de 15 horas diarias, en la tranquilidad de la noche, y bebiendo litros de café negro. Lo hacía en completo aislamiento, por lo que la crítica se ha cuestionado tradicionalmente de dónde podía obtener el autor el aluvión de datos de todo tipo (sociedad, economía, sucesos, habladurías...) que saturan sus novelas.
Sus primeros verdaderos éxitos ante el público datan de 1831, cuando aparece La Peau de chagrin, que aparece en la Revue de Paris. Esta novela, de carácter semifantástico, recibiría el elogio de la crítica (entre ellos, el anciano Goethe) y del público, y sellaría así el prestigio literario de Balzac. Entre otras curiosidades, es la primera novela en la que se le ocurre hacer reaparecer a sus personajes de una novela anterior.
En 1832 concibe por primera vez la idea de crear una serie de novelas interralacionadas que retraten a la sociedad de su tiempo. Estas novelas, que integrarán las Scènes de la vie privée, serán el gérmen de la gran obra de Balzac, la Comédie Humaine (La Comedia Humana). Dentro de las escenas se incluyen sus grandes éxitos de la década de los años treinta, como Eugénie Grandet (1833), que será el primer gran éxito de ventas;[29] y Le Père Goriot (1835), una de sus novelas más famosas. Durante esta década Balzac, pese a conocer un éxito sin precedentes, se ve acosado por problemas económicos originados por los ruinosos negocios en los que invierte: compra unas antiguas minas romanas en Cerdeña, creyendo que se había encontrado una nueva veta de oro en las mismas, e incluos llega a visitarlas, volviendo a París presa de un gran entusiasmo que pronto se trunca al ver que ha sido engañado.[30]
A la par, conoce al gran amor de su vida, Ewelina Hańska, condesa de origen polaco, en 1832. Fue la propia condesa quien, tras haber leído la Piel de Zapa, se pone en contacto con Honoré. Primero le enviará una serie de cartas anónimas y sin remite, firmadas como L'Etrangére (La Extranjera), y para permitir a Balzac contestarla, le sugiere que ponga una serie de crípticos anuncios en la Gazette de France y l'Observateur.[31] Pronto inician una correspondencia que durará quince años, y en la que Balzac, que imagina que su misteriosa corresponsal es cuanto menos una princesa rusa de vastísima fortuna, pone todo su entusiasmo en construir una relación amorosa con la condesa Hanska. Se ha señalado que para la condesa, una mujer casada muy celosa de su estatus social, la relación con Balzac era más que nada un entretenimiento con el que pasar el tiempo en la soledad de su hacienda en Ucrania, por lo que en general se mostrará fría y manipuladora con Balzac. Aún así, mantendrán relaciones esporádicas, que le llevarán a visitar la condesa en Suiza cuando en 1833 se encuentra de vacaciones con su marido (con el que trabará relación y quien creerá que Balzac es una nueva amistad de su familia), así como, al año siguiente, a Viena, donde Balzac puede valorar su auténtica fama internacional cuando toda la alta sociedad vienesa lo recibe con los brazos abiertos. Tras la muerte del barón Hanska en 1842, Balzac imagina que la condesa Hanska estará dispuesta a sellar su amor con el matrimonio, y comienza a insistirla acuciantemente en ese sentido. Sin embargo, la condesa, que teme por su herencia y su estatus, y que en realidad no ama a Balzac, se muestra reticente; a lo largo de los siguientes ocho años, tratará de evitar cualquier compromiso con el escritor, arguyendo todo tipo de escusas: carecer del permiso del zar, problemas con el testamento de su marido, necesidad de buscar a su única hija un buen marido antes de contraer matrimonio con Balzac,... Finalmente, para forzar la situación, Balzac viaja a San Petesburgo, en Rusia, en 1848, donde parece sacarle un compromiso. En 1849 viaja a Wierchownia, la hacienda ucraniana de la condesa, donde parece conseguir un compromiso matrimonial definitivo. Tras volver a Paris, regresa de nuevo a Ucrania a comienzos de 1850, donde, debido al rigor del invierno y su quebrantada salud, cae enfermo. La condesa, viendo que en todo caso Balzac no sobrevivirá gran tiempo, accede al fin a casarse con él, y contraen matrimonio el 14 de mayo de 1850, pocos meses antes de la muerte del escritor (18 de agosto).[32]
[editar] La Comedia Humana y Fallecimiento
En 1842 Balzac, viendo como avanza sus Scènes de la vie privée, decide ampliarlas, y publica su famosa avant-propos, el plan editorial en el que delinea las características y contenidos de su opus magnum, la Comedia humana (por contraposición con la Divina Comedia de Dante).[33] En ella pretende agrupar el conunto de su obra, para ofrecer un estudio de la sociedad francesa entre la caída del Imperio y la Monarquía de Julio (1815-1830). De este magno proyecto, 50 de las 137 novelas que debían componerlo quedaron incompletas.
En 1843, y ya dentro de la Comedia Humana, publica Las ilusiones perdidas, bildungsroman que narra las desventuras de Lucien de Rubempré, un joven poeta que trata de medrar en el París de la época. La novela haya su continuación en Esplendor y miserias de las cortesanas, en la que Luciern trata de recuperar el estatus perdido con la ayuda de uno de los personajes más recurrentes de Balzac, el pícaro Vautrin. El primo Pons (1847) y La prima Bette (1848), narran el contraste social entre ambos personajes y sus mas acaudalados parientes, criticando la hipocresía social con la que son tratados. Para componerlos balzac se basó en sus experiencias como notarios de Passez. Para 1847, la salud de Balzac se había resentido notablemente, y la finalización de estas novelas fue para él todo un logro.[34]
En 1850, tras una serie de problemas económicos, problemas de salud y la prohibición expresa del zar, Balzac contrae matrimonio en Wierzchownia (Ucrania) con la condesa Hanska, con la cual se traslada a vivir a una espléndida residencia a las afueras de París. El viaje de regreso empeora la delicada salud de Balzac, que padecerá graves problemas de salud hasta su muerte cinco meses después. El día de su muerte había sido visitado por su amigo y gran admirador Victor Hugo, quien se encargará de ofrecer el famoso panegírico sobre Honoré. Balzac fue enterrado en el Cementerio de Père-Lachaise de París, y su figura se conmemora mediante una monumental estatua encargada al escultor Auguste Rodin, la cual se sitúa en la intersección de los bulevares de Raspail y Montparnasse.
Víctor Hugo pronunció las siguientes palabras en su funeral: "A partir de ahora los ojos de los hombres se volverán a mirar los rostros, no de aquellos que han gobernado, sino de aquellos que han pensado". Al funeral acudieron asimismo Frédéric Lemaître, Gustave Courbet, Alejandro Dumas padre e hijo, y otros muchos.



BENITO PEREZ GALDOS

Infancia y juventud
Galdós era el décimo hijo de un coronel del ejército, Sebastián Pérez, y de Dolores Galdós, una dama de fuerte carácter e hija de un antiguo secretario de la Inquisición. Su padre inculcó en el hijo el gusto por las narraciones históricas contándole asiduamente historias de la Guerra de la Independencia, en la que había participado. Su imaginación fue desbordante ya desde muy joven. En 1852 ingresó en el Colegio de San Agustín, que aplicaba una pedagogía activa y bastante avanzada para la época, durante los años en que empezaban a divulgarse por España las polémicas teorías darwinistas, de lo cual hay ecos en obras suyas como, por ejemplo, Doña Perfecta.
Obtuvo Galdós el título de bachiller en Artes en 1862, en el Instituto de La Laguna, y empezó a colaborar en la prensa local con poesías satíricas, ensayos y algunos cuentos. También se había destacado por su interés por el dibujo y la pintura. Después de la llegada de una prima suya a casa, el joven Galdós se trastornó emocionalmente y sus padres decidieron que se fuera a la capital a estudiar la carrera de Derecho.
Llegó a Madrid en septiembre de 1862, se matriculó en la universidad y tuvo por profesores a Fernando de Castro, Francisco de Paula Canalejas, Adolfo Camús y Valeriano Fernández. Allí también conoció al fundador de la Institución Libre de Enseñanza, Francisco Giner de los Ríos, que le alentó a escribir y le hizo sentir curiosidad por una filosofía, el krausismo, que marcaría fuertemente su primera novelística. Sin embargo, de momento se limitó a frecuentar los teatros y a crear con otros escritores paisanos suyos (Nicolás Estévanez, José Plácido Sansón, etcétera) la «Tertulia Canaria» en Madrid, mientras acudía a leer al Ateneo a los principales narradores europeos en inglés y francés. Allí, durante una conferencia de Leopoldo Alas «Clarín», traba amistad con el famoso crítico y novelista asturiano.
En 1865 asistió a los hechos de la Noche de San Daniel, que le impresionan vivamente:
Presencié, confundido con la turba estudiantil, el escandaloso motín de la noche de San Daniel —10 de abril del 65—, y en la Puerta del Sol me alcanzaron algunos linternazos de la Guardia Veterana, y en el año siguiente, el 22 de junio, memorable por la sublevación de los sargentos en el cuartel de San Gil, desde la casa de huéspedes, calle del Olivo, en que yo moraba con otros amigos, pude apreciar los tremendos lances de aquella luctuosa jornada. Los cañonazos atronaban el aire... Madrid era un inferno.
B. Pérez Galdós, Memorias de un desmemoriado, cap. II.
Era un asiduo de los teatros y le impresionó especialmente Venganza catalana de Antonio García Gutiérrez. Ese mismo año empezó a escribir como redactor meritorio en los periódicos La Nación y El Debate, así como en la Revista del Movimiento Intelectual de Europa. Al año siguiente y en calidad de periodista, asiste al pronunciamiento de los sargentos del Cuartel de San Gil. Llevaba una vida cómoda, albergado primero por dos de sus hermanas y luego en casa de su sobrino, José Hurtado de Mendoza. Según nos lo pinta Ramón Pérez de Ayala y las fotografías confirman, era un descuidado en el vestir y se conformaba siempre con ir de tonos sombríos para pasar desapercibido. En invierno llevaba enrollada al cuello una bufanda de lana blanca, con un cabo colgando del pecho y otro a la espalda, un puro a medio fumar en la mano y, cuando estaba sentado, a los pies su perro alsaciano. Se cortaba el pelo al rape y padecía horribles migrañas.
Era proverbial su timidez, que le hacía ser más que parco en palabras y su aspecto manifestaba una modestia inverosímil, hasta el punto de sufrir al hablar en público. Entre sus dotes estaba el poseer una memoria visual portentosa y una retentiva increíble que le permitía recordar capítulos enteros del Quijote y detalles minúsculos de paisajes vistos solamente una vez veinticinco años antes. De ello nacía también su gran facilidad para el dibujo. Todas estas cualidades desarrollaron en él una de las facultades más importantes en un novelista, el poder de observación.
En 1867 hizo su primer viaje al extranjero, como corresponsal en París, para dar cuenta de la Exposición Universal. Volvió con las obras de Balzac y de Dickens y tradujo de éste, a partir de una traducción francesa, su obra más cervantina, Los papeles póstumos del Club Pickwick. Toda esta actividad supone su inasistencia a las clases de Derecho y le borran definitivamente de la matrícula en 1868. En ese mismo año, se produce la llamada revolución de 1868, en que cae la reina Isabel II. Cuando regresaba de su segundo viaje a París, y cuando volvía de Francia a Canarias en barco, vía Barcelona, y en la escala que el navío hizo en Alicante, se baja del vapor en la capital alicantina y marcha a Madrid a tiempo de ver la entrada del general Serrano y la de Prim. El año siguiente se encarga de hacer crónicas periodísticas sobre la elaboración de la nueva Constitución.
[editar] Primeras obras

Retrato de Benito Pérez Galdós por Joaquín Sorolla
En 1870 publicó su primera novela, La Fontana de Oro, escrita entre 1867 y 1868, en parte durante uno de sus viajes a Francia, gracias al dinero de su tía. En realidad, en esa época la publicación de un libro se hacía gracias a la ayuda de los periódicos y de las revistas o corría a cuenta del autor. Esta obra, con los defectos de toda obra primeriza, bosqueja la situación ideológica de España durante el Trienio Constitucional (18201823).
La Sombra fue publicada en noviembre de 1870 por entregas en La Revista de España. A pesar de que fue editada posteriormente a la La fontana de oro los críticos ponen de relieve la posibilidad de que fuera redactada uno o dos años antes.
[editar] Episodios nacionales
En 1873 comenzó a publicar la que se puede considerar su obra cumbre, los Episodios nacionales (el título se lo sugirió su amigo José Luis Albareda), donde se refleja la vida íntima de los españoles del siglo XIX y su contacto con los hechos de la historia nacional que marcaron el destino colectivo del país. Se trata de 46 episodios en cinco series de diez novelas cada una, salvo la última, que quedó inconclusa. Arrancan con la batalla de Trafalgar y concluyen con la Restauración borbónica en España.
La primera serie (1873–1875) trata de la Guerra de la Independencia (1808–1814) y tiene por protagonista a Gabriel Araceli, «que se dio a conocer como pillete de playa y terminó su existencia histórica como caballeroso y valiente oficial del ejército español» (Memorias de un desmemoriado, p. 202).
La segunda serie (1875–1879) trata de las luchas entre absolutistas y liberales hasta la muerte de Fernando VII en 1833. Su protagonista es el liberal Salvador Monsalud, que encarna, en gran parte, las ideas de Galdós y en quien «prevalece sobre lo heroico lo político, signo característico de aquellos turbados tiempos» (id.).
Tras un paréntesis de veinte años vuelve a escribir la tercera serie (1898–1900), tras recuperar los derechos sobre sus obras que detentaba su editor, con el que había pleiteado interminablemente. Esta serie cubre la Primera Guerra Carlista.
La cuarta serie (1902–1907) se desarrolla entre la Revolución de 1848 y la caída de Isabel II en 1868. La quinta (1907–1912), incompleta, acaba con la Restauración de Alfonso XII.
Este conjunto novelístico constituye una de las obras más importantes de la literatura española de todos los tiempos y ejerció un influjo considerable en la trayectoria de la novela histórica española. El punto de vista adoptado es vario y multiforme, y se inicia con la perspectiva de un joven chico que se ve envuelto en los hechos más importantes de su época mientras lucha por su amada. La evolución ideológica de Galdós es perceptible desde el aliento épico de la primera serie hasta el amargo escepticismo final, pasando por la radicalización política y agresividad socialista-anarquista de las series tercera y cuarta.
[editar] Madurez
En 1876 se publicó Doña Perfecta, una novela contra la intolerancia ideológica asentada en una imaginaria ciudad mesetaria, Orbajosa, semejante a la Ficóbriga de Gloria. Pese a las oposiciones que suscitó la obra entre los neos, o neocatólicos, Galdós fue elegido miembro de la Real Academia Española en 1889.
Podría decirse que la sociedad llega a un punto de su camino en que se ve rodeada de ingentes rocas que le cierran el paso. Diversas grietas se abren en la dura y pavorosa peña, indicándonos senderos o salidas que tal vez nos conduzcan a regiones despejadas(...). Contábamos, sin duda, los incansables viajeros con que una voz sobrenatural nos dijera desde lo alto: por aquí se va, y nada más que por aquí. Pero la voz sobrenatural no hiere aún nuestros oídos y los más sabios de entre nosotros se enredan en interminables controversias sobre cuál pueda o deba ser la hendidura o pasadizo por el cual podremos salir de este hoyo pantanoso en que nos revolvemos y asfixiamos. Algunos, que intrépidos se lanzan por tal o cual angostura, vuelven con las manos en la cabeza, diciendo que no han visto más que tinieblas y enmarañadas zarzas que estorban el paso; otros quieren abrirlo a pico, con paciente labor, o quebrantar la piedra con la acción física de substancias destructoras; y todos, en fin, nos lamentamos, con discorde vocerío, de haber venido a parar a este recodo, del cual no vemos manera de salir, aunque la habrá seguramente, porque allí hemos de quedarnos hasta el fin de los siglos
Fragmento del discurso leído por Pérez Galdós ante la Real Academia Española
Galdós asistía con regularidad al viejo Ateneo de la Calle de la Montera y trabó amistad con personajes de ideología nada afín a la suya, pues era hombre poco inclinado a fanatismos ideológicos. Así, se hizo un gran amigo de José María de Pereda, de Antonio Cánovas del Castillo, de Francisco Silvela y de Marcelino Menéndez Pelayo. También frecuentaba las tertulias del Café inglés, de la Iberia y del viejo Café de Levante. Hizo viajes por Francia, Inglaterra e Italia varias veces, pero por su amistad con Pereda se aficionó a Santander, donde tomó la costumbre de veranear en El Sardinero junto a éste y Menéndez Pelayo. Allí se construyó su célebre casa de San Quintín. También gustaba de visitar Toledo, ciudad por la que sentía una gran predilección y a la que hizo escenario de algunas de sus novelas, como Ángel Guerra o Tristana. En 1884 viajó a Portugal en compañía de su amigo Pereda.
Influencias de la amistad le regalaron el acta de diputado por Puerto Rico (1885) y asistió a las cortes en la legislatura del año siguiente sin apenas despegar los labios: el Congreso fue para él un nuevo observatorio desde el que analizar «la sociedad española como materia novelable», que sería el título de su futuro discurso de ingreso en la Real Academia. De 1886 a 1890 se comprometió poco activamente en política, ya que era diputado por el partido de Sagasta.
El 15 de marzo de 1891 la gran actriz María Guerrero estrenó Realidad, con el papel de Augusta. Esa noche la recordó Galdós como «solemne, inolvidable para mí» en sus Memorias. El buen éxito de la obra y la insistencia de Mario y María Guerrero le movió a estrenar al año siguiente La loca de la casa, pero hubo que reducirla porque era muy extensa y cambiar el final, entre otras modificaciones en las cuales se contó con la ayuda de José Echegaray, que asistió a los ensayos. Siguió La de San Quintín, estrenada el 25 de enero de 1893 y el éxito más resonante que hasta entonces obtuvo Galdós en el teatro, durando en cartel cincuenta noches.
Un laudo arbitral de 1897 independizó a Galdós de su primer editor, Miguel Honorio de la Cámara, y se dividió todo en dos partes, de lo que resultó que Galdós, en veinte años de gestión conjunta, había recibido unas 80.000 pesetas más de lo que le correspondía. Después se averiguó que De la Cámara no había sido del todo legal respecto al número y fecha de las ediciones de sus obras, de suerte que a Galdós le quedó en suma un déficit de 100.000 pesetas en ese trato. Sin embargo, quedó en su propiedad el cincuenta por ciento del fondo de sus libros que quedaba en espera de venta, 60.000 ejemplares en total. Para librarse de ellos abrió el escritor una casa editorial con el nombre de "Obras de Pérez Galdós" en la calle Hortaleza (número 132 bajo, hoy 104). Ansioso de recuperar el terreno perdido, comenzó a anunciar sus ediciones de Doña Perfecta y El abuelo. Continuó esta actividad editorial hasta 1904, año en que, cansado, firmó un contrato de edición con la Editorial Hernando.
[editar] Vida sentimental
La vida sentimental de Galdós no ha sido muy estudiada, en parte por la discreción que le envolvió en tales asuntos y de la que hizo gala incluso en sus estudiadamente anodinas Memorias de un desmemoriado, que parecen escritas casi para desalentar empeños biográficos ulteriores, en forma más bien de diario de viajes. El caso es que permaneció soltero, si bien fue asiduo cliente de amores mercenarios y tuvo una hija natural en 1891 de una madre que se suicidó posteriormente, Lorenza Cobián. También se conoce bien su relación con la actriz Concha Morell y con la novelista Emilia Pardo Bazán.
[editar] Últimos años
Durante sus últimos años se consagró fundamentalmente al teatro, para el que entregó 22 piezas, sin contar multitud de obras de juventud que (a excepción de la llamada Un joven de provecho) hoy se han perdido ni Antón Caballero, que no llegó a terminar. Algunas de ellas eran adaptaciones de sus novelas, cuya evolución le iba reclamando además la forma dialogada. En esta época empieza a aparecer el espiritualismo europeo en su obra, cuando Galdós empieza además a sentir un gran interés por la obra de León Tolstói. También en la última parte de su vida padeció las consecuencias de sus descuidos económicos y su tendencia a endeudarse de forma continua. Según el testimonio de Ramón Pérez de Ayala:
En una ocasión don Gabino Pérez, su editor, le quiso comprar en firme sus derechos literarios de las dos primeras series de los Episodios nacionales por quinientas mil pesetas, una fortuna entonces. Don Benito replicó: «Don Gabino, ¿vendería usted un hijo?». Y, sin embargo, don Benito no sólo no disponía jamás de un cuarto, sino que había contraído deudas enormes. Las flaquezas con el pecado del amor son pesadas gabelas. Pero éste no era el único agujero por donde el diablo le llevaba los caudales, sino, además, su dadivosidad irreflenable, de que luego hablaré. En sus apuros perennes acudía, como tantas otras víctimas, al usurero. Era cliente y vaca lechera de todos los usureros y usureras matritenses, a quienes, como se supone, había estudiado y cabalmente conocía en la propia salsa y medio típico, con todas sus tretas y sórdida voracidad. ¡Qué admirable cáncer social para un novelista! (Léase su Fortunata y Jacinta y la serie de los Torquemadas). Cuando uno de los untuosos y quejumbrosos prestamistas le presentaba a la firma uno de los recibos diabólicos en que una entrega en mano de cinco mil pesetas se convierte, por arte de encantamiento, con carácter de documento ejecutivo o pagaré al plazo de un año, en una deuda imaginaria de cincuenta mil pesetas, don Benito tapaba con la mano izquierda el texto, sin querer leerlo, y firmaba resignadamente. Los intereses de la deuda ficticia así contraídos le llevaban casi todo lo que don Benito debía recibir por liquidaciones mensuales de la venta de sus libros. Muy pocos años antes de la muerte de don Benito, un periodista averiguó por esto su precaria situación económica y la hizo pública, con que se suscitó un movimiento general de vergüenza, simpatía y piedad(...). A principios de mes acudían a casa de don Benito, o bien le acechaban en las acostumbradas calles, atajándole al paso, copiosa y pintoresca colección de pobres gentes, dejadas de la mano de Dios; pertenecían a ambos sexos y las más diversas edades, muchos de ellos de semblante y guisa asaz sospechosos; todos, de vida calamitosa, ya en lo físico, ya en lo moral, personajes cuyas cuitas no dejaba de escuchar evangélicamente(...). Don Benito se llevaba sin cesar la mano izquierda al bolsillo interno de la chaqueta, sacaba esos papelitos mágicos denominados billetes de banco, que para él no tenían valor ninguno sino para ese único fin, y los iba aventando.
Ramón Pérez de Ayala, «Más sobre Galdós», en Divagaciones literarias, Madrid: Biblioteca Nueva, 1958, pp. 162–163.
Para conocer bien España se dedicó a recorrerla en vagones de ferrocarril de tercera clase, codeándose con los míseros y hospedándose en posadas y hostales de mala muerte.
Se levantaba con el sol y escribía regularmente hasta las diez de la mañana a lápiz, porque la pluma le hacía perder el tiempo. Después salía a pasear por Madrid a espiar conversaciones ajenas (de ahí la enorme frescura y variedad de sus diálogos) y a observar detalles para sus novelas. No bebía, pero fumaba sin cesar cigarros de hoja. A primera tarde leía en español, inglés o francés; prefería los clásicos ingleses, castellanos y griegos, en particular Shakespeare, Dickens, Cervantes, Lope de Vega y Eurípides, a los que se conocía al dedillo. En su madurez empezó a frecuentar a León Tolstói. Después volvía a sus paseatas como no hubiera un concierto, pues adoraba la música y durante mucho tiempo hizo crítica musical. Se acostaba con las gallinas y casi nunca iba al teatro. Cada trimestre acuñaba un volumen de trescientas páginas.
Ingresó en la Real Academia Española en 1889, contestándole Menéndez Pelayo. A los pocos días le correspondió a él contestar al discurso de su gran amigo José María de Pereda. En 1890 y 1891 fue reelegido diputado por Puerto Rico. Habiéndose unido a las fuerzas políticas republicanas, Madrid lo eligió representante en las Cortes de 1907. En 1909 fue jefe, junto a Pablo Iglesias, de la coalición republicano-socialista, pero él, que «no se sentía político» se apartó enseguida de las luchas «por el acta y la farsa» y se dedicó de nuevo a la novela y al teatro.
En 1919 se realizó una escultura suya, reconociendo su éxito en vida. A pesar de su ceguera, pidió ser alzado para palpar la obra y lloró emocionado al comprobar la fidelidad de la escultura. Cargado de laureles, el indiscutido gran novelista español del siglo XIX murió en su casa de la calle Hilarión Eslava de Madrid el 4 de enero de 1920. El día de su entierro, unos 20.000 madrileños acompañaron su ataúd hacia el cementerio de la Almudena (zona antigua, cuartel 2B, manzana 3, letra A).



LEON TOLSTOI

Nació en Yásnaya Poliana, en la provincia de Tula en el seno de una familia perteneciente a la más antigua nobleza rusa. Su madre, la princesa María Nikoláyevna Volkonski descendía de los antiguos príncipes de Volkonski, y su padre Nikolái Ilich Tolstói era conde. Tenía tres hermanos y una hermana: Sergéi, Nikolái, Dmitri y María; el nacimiento de ésta le costó la vida de su madre cuando aún no cumplía los dos años. Su padre muere de un ataque de apoplejía en 1838 cuando Tolstói acababa de cumplir 10 años.
Los hermanos se trasladan a Kazán, a la residencia de un tío paterno, Vladímir Ivánovich Yusjov, donde Tolstói reside gran parte de su juventud estudiando en la Universidad de Kazán , pero abandona sus estudios en 1847. Los termina en San Petersburgo en la escuela de Derecho.
Se traslada a Moscú con intención de buscar un empleo o un casamiento conveniente. En aquel período de indecisiones, acosado de deudas contraídas en el juego se declara la guerra con Turquía y su hermano Nikolái, teniente de artillería, lo insta a ir con él al Cáucaso, en el Valle de Térek. Al llegar a la stanitsa Tolstói se desilusiona y se arrepiente de su viaje. Pocos días después acompaña a su hermano que debía escoltar un convoy de enfermos hasta el fuerte de Stari-Yurt. Cruzan las fuentes termales de Goriachevodsk donde Tolstói, algo reumático, aprovecha para tomar baños termales y donde conoce a la cosaca Márenka, idilio que reaparece en su novela Los cosacos.
Tolstói no pertenecía al ejército, pero en una de las campañas, el comandante, príncipe Bariantinski, repara en él y tras unos exámenes Tolstói ingresa en la brigada de artillería, en la misma batería que su hermano, como suboficial. Tiempo después consigue permiso para una cura reumática en las aguas termales en Piatigorsk, donde aburrido de pasar largas horas encerrado en su habitación se pone a escribir. El 2 de julio de 1852 termina Infancia y fruto de su estancia escribe La tala del bosque y los relatos de Sebastópol.
Poco después de ser testigo de tantos sacrificios y heroísmo en la campaña de Sebastópol se reintegra a la frívola vida de San Petersburgo, sintiendo un gran vacío e inutilidad.
"He adquirido la convicción de que casi todos eran hombres inmorales, malvados, sin carácter, muy inferiores al tipo de personas que yo había conocido en mi vida de bohemia militar. Y estaban felices y contentos, tal y como puede estarlo la gente cuya conciencia no los acusa de nada"
Tolstói
Adscrito a la corriente realista, intentó reflejar fielmente la sociedad en la que vivía.
La novela Los Cosacos (1863) describe la vida de este pueblo.
Anna Karénina (1867) cuenta las historias paralelas de una mujer atrapada en las convenciones sociales y un terrateniente filósofo (reflejo del propio Tolstói), que intenta mejorar las vidas de sus siervos.
Guerra y Paz es una monumental obra en la que se describen cientos de distintos personajes durante la invasión napoleónica.
Tolstói tuvo una importante influencia en el desarrollo del movimiento anarquista, concretamente, como filósofo cristiano libertario y anarcopacifista. El teórico anarquista Pedro Kropotkin lo citó en el artículo Anarquismo de la Enciclopedia Británica de 1911.
Entusiasta lector del Ensayo sobre la desobediencia civil del anarquista norteamericano Henry David Thoreau, envió a un periódico hindú un escrito titulado Carta a un hindú que desembocó en una larga correspondencia con Mohandas Gandhi, por entonces en Sudáfrica, influyendo profundamente el pensamiento de este último en el concepto de resistencia no violenta, un punto central de la visión del Cristianismo de Tolstói. En septiembre de 1910, dos meses antes de su muerte, le escribió en el sentido de aplicar la "no resistencia", ya que "la práctica de la violencia no es compatible con el amor como ley fundamental de la vida", principio que fue capital en el desarrollo posterior de la "satyagraha" del hindú. También sostuvo correspondencia con George Bernard Shaw, Rainer Maria Rilke y el zar Nicolás II, entre otros. Su epistolario forma un corpus de unas 10.000 cartas conservadas en el Museo Tolstói de Moscú.
Fue uno de los mayores defensores del esperanto, y en sus últimos años tras varias crisis espirituales se convirtió en una persona profundamente religiosa y altruista, rechazó toda su obra literaria anterior y criticó a las instituciones eclesiásticas en Resurrección, lo que provocó su excomunión. Ni siquiera una epístola celebérrima, la que le envió su amigo Iván Turguéniev en su lecho de muerte para pedirle que regresara a la literatura, hizo que cambiara de opinión.
Junto con Eliseo Reclus fue precursor de lo que poco después se denominaría "naturismo libertario". Tolstói, vegetariano como Reclus, escribe en su postrer libro Últimas palabras (1909) que vivamos según la ley de Cristo: amándonos los unos a los otros, siendo vegetarianos y trabajando la tierra con nuestras propias manos. Prueba de su vegetarianismo son múltiples citas suyas, entre las que destacan:
Alimentarse de carne es un vestigio del primitivismo más grande. El paso al vegetarianismo es la primera consecuencia natural de la ilustración.
y
Un hombre puede vivir y estar sano sin matar animales para comer; por ello, si come carne, toma parte en quitarle la vida a un animal sólo para satisfacer su apetito. Y actuar así es inmoral.
Tras ver la contradicción de su vivir cotidiano con su ideología, Tolstói decidió dejar los lujos y mezclarse con los campesinos de Yásnaya Poliana, donde él se crió y vivió. No obstante, no obligó a su familia a que lo siguiese y continuó viviendo junto a ellos en una gran parcela, lugar al cual con frecuencia sólo llegaba a dormir, gastando la mayor parte del día en el oficio de zapatero. Funda en la aldea una escuela para los hijos de los campesinos y se hizo su profesor, autor y editor de los libros de texto que estudiaban. Impartía módulos de gimnasia y prefería el jardín para dar clases. Creó para ello una pedagogía libertaria cuyos principios instruían en el respeto a ellos mismos y a sus semejantes.
Tolstói intentó renunciar a sus propiedades en favor de los pobres, aunque su familia, en especial su esposa, Sofía Bers, lo impidió. Intentando huir de su casa murió en la estación ferroviaria de Astápovo, y entre sus últimas palabras, se oyeron éstas que muestran, como ninguna de las muchas maravillosas que pronunció o escribió, la grandeza de su alma: "Hay sobre la tierra millones de hombres que sufren: ¿por qué estáis al cuidado de mí sólo?". Se le enterró en su casa en Nara.
Como anécdota, el 26 de diciembre de 1941, el general alemán del 2° cuerpo panzer de blindados, Heinz Guderian usó su finca en Yásnaya como cuartel general durante el avance hacia Moscú y tuvo que desactivar los dispositivos de autodestrucción de la casa y de la propia tumba de Tolstói colocados por órdenes de Stalin, antes de poder ocuparla, salvando los restos de la destrucción.



JUAN VALERA

Hijo de José Valera y Elena y de Dolores Alcalá-Galiano, marquesa de la Paniega. Estudió Lengua y Filosofía en el seminario de Málaga entre 1837 y 1840 y en el colegio Sacromonte de Granada en 1841. Luego inició estudios de Filosofía y Derecho en la Universidad de Granada. Empezó a ejercer la carrera diplomática en Nápoles junto al embajador y poeta Ángel de Saavedra, Duque de Rivas; allí estuvo dos años y medio aprendiendo griego y entablando una amistad profunda con Lucía Paladí, marquesa de Bedmar, "La Dama Griega" o "La Muerta", como gustaba de llamarla, a quien quiso mucho y que le marcó enormemente. Después, distintos destinos lo llevaron a viajar por buena parte de Europa y América: Dresde, San Petersburgo, Lisboa, Río de Janeiro, Nápoles, Washington, París, Bruselas y Viena. De todos estos viajes dejó constancia en un entretenido epistolario excepcionalmente bien escrito e inmediatamente publicado sin su conocimiento en España, lo que le molestó bastante, pues no ahorraba datos sobre sus múltiples aventuras amorosas.
En 1858 se jubiló y decidió establecerse en Madrid, donde inició una desganada carrera política: fue diputado por Archidona, oficial de la secretaría de estado, subsecretario y ministro de Instrucción Pública con Amadeo de Saboya. En 1860 explicó en el Ateneo de Madrid la Historia crítica de nuestra poesía con un éxito inmenso. En 1861 se casó en París con Dolores Delavat. Le eligieron miembro de la Real Academia Española en 1862. Fue embajador en Lisboa, Bruselas, Viena y Washington; en esta última ciudad mantuvo una relación amorosa con la hija del secretario de estado estadounidense, Katherine C. Bayard, que acabó suicidándose. Durante sus últimos años, aquejado de ceguera, mantuvo una famosa tertulia nocturna en su casa de Madrid a la que acudían entre otros Marcelino Menéndez Pelayo y Ramón Pérez de Ayala.
Colaboró en diversas revistas desde que como estudiante lo hiciera en La Alhambra. Fue director de una serie de periódicos y revistas, fundó El Cócora y El Contemporáneo y escribió en Revista de Ambos Mundos, Revista Peninsular, El Estado, La América, El Mundo Pintoresco, La Malva, La Esperanza, El Pensamiento Español y otras muchas revistas. Fue diputado a Cortes, secretario del Congreso y se dedicó al mismo tiempo a la literatura y a la crítica literaria. Perteneció a la época del Romanticismo, pero nunca fue un hombre ni un escritor romántico, sino un epicúreo andaluz, culto, irónico y amante del sexo.
Amplió largamente su cultura mediante los viajes y un estudio constante. El hispanista y literato Gerald Brenan asegura que fue el mejor crítico literario del siglo XIX después de Menéndez Pelayo; actuó siempre por encima y al margen de las modas literarias de su tiempo, rigiéndose por unos principios estéticos generales de sesgo idealista. Fue uno de los españoles más cultos de su época, propietario de una portentosa memoria y con un gran conocimiento de los clásicos grecolatinos; además, hablaba, leía y escribía el francés, el italiano, el inglés y el alemán. Tuvo fama de epicúreo, elegante y de buen gusto en su vida y en sus obras, y fue un literato muy admirado como ameno estilista y por su talento para delinear la psicología de sus personajes, en especial los femeninos; cultivó en ensayo, la crítica literaria, el relato corto, la novela, la historia (el volumen VI de la Historia general de España de Modesto Lafuente y algunos artículos) y la poesía; le declararon su admiración escritores como José Martínez Ruiz, Eugenio D'Ors y los modernistas (una crítica suya presentó a los españoles la verdadera dimensión y méritos de la obra de Rubén Darío).
Ideológicamente, era un liberal moderado, tolerante y elegantemente escéptico en cuanto a lo religioso, lo que explicaría el enfoque de algunas de sus novelas, la más famosa de las cuales continúa siendo Pepita Jiménez (1874), traducida a diez lenguas en su época y que vendió más de 100.000 ejemplares; el gran compositor Isaac Albéniz hizo una ópera del mismo título, la mejor de las suyas.
Fue tío del escultor Lorenzo Coullaut Valera, que precisamente sería el encargado de realizar el monumento que se le dedicó en el Paseo de Recoletos de Madrid.



LEOPOLDE ALAS, CLARIN
Nació el 25 de abril de 1852 en Zamora, donde se había trasladado su familia desde Oviedo, al ser nombrado su padre, Jenaro García Alas, gobernador de la ciudad leonesa.[1] Leopoldo fue el tercer hijo del matrimonio.
En la casa se hablaba continuamente de Asturias y su madre, con cierta nostalgia, contaba relatos de aquella tierra de sus antepasados. Este ambiente influyó en gran medida en el espíritu del niño Leopoldo que desde siempre se sintió más asturiano que zamorano, aunque a lo largo de su vida conservó un cariño especial por las tierras que le vieron nacer.
A los siete años entró a estudiar en el colegio de los jesuitas ubicado en la ciudad de León en el edificio de San Marcos (actual parador de turismo).[1] Desde el principio supo adaptarse a las normas y a la disciplina del centro de tal manera que a los pocos meses era considerado como un alumno modelo. Sus compañeros le conocían con el mote (sobrenombre) de «el Gobernador», por alusión a la profesión de su padre. Sus biógrafos aseguran que esta etapa estudiantil engendró en Leopoldo el sentimentalismo religioso y el principio de gran disciplina moral que fueron la base de su carácter. En este primer año escolar ganó una banda azul como premio y trofeo literario. La conservó toda su vida y se encontraba entre los objetos más queridos del museo familiar.
En el verano de 1859 toda la familia regresó a Asturias. Leopoldo descubrió con sus propios ojos la geografía asturiana de la que tanto había oído hablar a su madre. Durante los años siguientes Leopoldo se encuentra en libertad por las tierras de Guimarán, propiedad de su padre, donde aprenderá directamente de la Naturaleza y de los libros que encuentra en la vieja biblioteca familiar, donde entra en contacto por primera vez con dos autores que serán sus maestros: Cervantes y Fray Luis de León.
El 4 de octubre de 1863, a la edad de once años, Leopoldo ingresa en la Universidad de Oviedo en lo que se llamaban «estudios preparatorios», matriculándose en las asignaturas de Latín, Aritmética y Doctrina Cristiana. El curso lo terminó con la nota de sobresaliente y con la adquisición de tres buenos amigos: Armando Palacio Valdés, Tomás Tuero (que fue también escritor, traductor y crítico literario) y Pío Rubín (escritor).




PEDRO ANTONIO DE ALARCON
Pedro Antonio de Alarcón tuvo una intensa vida ideológica; como sus personajes, evolucionó de las ideas liberales y revolucionarias a posiciones más tradicionalistas. Aunque su familia provenía de hidalgos era más bien humilde, aunque no tanto como para no poder permitirse enviarlo a estudiar Derecho en la Universidad de Granada, carrera que abandonó pronto para iniciarse en la eclesiástica. Aquello tampoco le satisfizo y abandonó en 1853 para marchar a Cádiz, donde funda El Eco de Occidente, junto a Torcuato Tárrago, iniciando su carrera periodística en la dirección de este periódico.
Alarcón escribía desde su adolescencia, citándose a don Isidro Cepero como el instigador principal de su inquietud literaria. Su primera obra narrativa, El final de Norma, fue compuesta a los 18 años y publicada en 1855. Sus inquietudes le llevaron a integrarse en el grupo que se llamó la Cuerda granadina.
Se trasladó en 1854 a Madrid, molesto con el entorno reaccionario de Granada. Allí crea un periódico satírico, El látigo, que también dirige, de cierto éxito, con ideología antimonárquica, republicana y revolucionaria. Era un claro heredero de su experiencia en El eco de Occidente.
En 1857, escribe El hijo pródigo, drama de gran éxito. Más tarde interviene como periodista en la guerra de África, la cual relató en una serie de artículos, que se recogieron bajo el título de Diario de un testigo de la guerra de África, en 1859; este libro es especialmente apreciado por su gran y prolija descripción de la vida militar.
Más adelante cultivó la literatura de viajes, contando en diversos artículos sus viajes por Italia (recogidos en De Madrid a Nápoles, 1861) y su Granada natal (La Alpujarra, 1873), en los que el realismo de las descripciones contrasta con la ilusión de una prosa que narra lo cercano y desconocido. Estos artículos rebasan el interés meramente periodístico, constituyendo un ejemplo para toda la literatura de viajes posterior.
En 1865 se casó con Paulina Contreras Rodriguez en Granada. Como integrante de la Unión Liberal ostentó diversos cargos, siendo el más importante el de consejero de estado con Alfonso XII, en 1875, siendo también diputado, senador y embajador en Noruega y Suecia. Además fue académico de la Real Academia de la Lengua desde 1877.
Hacia 1887, convencido de que en el camino del realismo lo había dado todo, se condenó al silencio. Tal vez influyeron las críticas de sus antiguos correligionarios liberales. Por ejemplo, Manuel del Palacio escribió sobre él lo siguiente:
Literato, vale mucho;
folletinista, algo menos;
político, casi nada;
y autor dramático, cero.



VICENTE BLASCO IBAÑEZ

Nació en Valencia el 29 de enero de 1867. Hijo de Ramona Ibáñez y del comerciante Gaspar Blasco. Cursó los estudios de derecho, en la Universitat de València, licenciándose en 1888, a pesar de que prácticamente no ejerció dicha carrera. Dividió su vida entre la política, la literatura y el amor a las mujeres, de las que era un admirador profundo, tanto de la belleza física como de las características psicológicas de éstas. Se definía como un hombre de acción, antes que como un literato. Escribía con inusitada rapidez. Entusiasta de Miguel de Cervantes en torno a la historia y la literatura españolas. Años después, cansado de su vida de colonizador en la que cosechó grandes fracasos, Vicente Blasco Ibañez, uno de los novelistas más famosos de aquel cambio de siglo, marchó a París, coincidiendo con la llegada al poder de Cánovas del Castillo y el inicio de la Primera Guerra Mundial.
Ingresó con 20 años en la masonería el 6 de febrero de 1887 adoptando el nombre simbólico de Danton. Formó parte de la Logia Unión nº 14 de Valencia y posteriormente de la logia Acacia nº 25.
Participó en política, caracterizándose por su oposición a la monarquía y sus ideales republicanos, manifestando los mismos en el periódico El Pueblo, que fundó en 1893. Fue detenido en 1896 y condenado a varios meses de prisión. Entre los años 1898 y 1907, ocupó escaño en el Congreso de los Diputados representando al Partido Republicano, denominado Unión Republicana, entre el republicanismo unitario y el federalista, más tarde por sus discrepancias con el partido se integró al Partido de Unión Republicana Autonomista.
El novelista y republicano valenciano recibió el encargo personal del presidente francés Raymond Poincaré de escribir una novela sobre la guerra. Y ésta fue Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1916), que cautivó al público norteamericano.[cita requerida] El autor valenciano cultivó varios géneros dentro de la narrativa. Así, obras como Arroz y tartana (1894), Cañas y barro (1902) o La barraca (1898), entre otras, se pueden considerar novelas regionales. Al mismo tiempo, destacan sus libros de carácter histórico, entre los cuales se encuentran: Mare Nostrum, El caballero de la Virgen, el ya citado Los cuatro jinetes del Apocalípsis (1916), El Papa del Mar, A los pies de Venus o de carácter autobiográfico como La maja desnuda, La voluntad de vivir e incluso Los Argonautas, en la que mezcla algo de su propia biografía con la historia de la colonización española de América. Añádase La catedral, detallado fresco de los entresijos eclesiásticos de la catedral de Toledo.
Murió en Menton (Francia) el 28 de enero de 1928, un día antes de que cumpliera 61 años. Sus restos fueron repatriados cinco años más tarde, durante la Segunda República Española, y llegaron al puerto de Valencia el 29 de octubre de 1933.
Aunque por algunos críticos se le ha incluido entre los escritores de la Generación del 98, la verdad es que sus coetáneos no le admitieron entre ellos. Vicente Blasco Ibáñez fue un hombre afortunado en todos los órdenes de la vida y además se enriqueció con la literatura, cosa que ninguno de ellos había logrado. Además, su personalidad arrolladora, impetuosa, vital, le atrajo la antipatía de algunos. Sin embargo, pese a ello, el propio Azorín, uno de sus detractores, ha escrito páginas extraordinarias en las que manifiesta su admiración por el escritor valenciano. Por sus descripciones de la huerta de Valencia y de su esplendoroso mar, destacables en sus obras ambientadas en la Comunidad Valenciana, su tierra natal, semejantes en luminosidad y vigor a los trazos de los pinceles de su gran amigo, el ilustre pintor valenciano Joaquín Sorolla.
Vicente Blasco Ibáñez era hijo de aragoneses y, aunque sabía hablar valenciano pudiendo apreciarse nimios toques en sus obras, produjo las mismas casi por completo en castellano, a pesar de aportar algún relato corto en valenciano para el almanaque de la sociedad Lo Rat Penat.
Conservó una villa en la Playa de la Malvarrosa de Valencia, a pesar de sus correrías por el mundo, en la que debatía con los intelectuales y amigos de su época. Esta villa actualmente restaurada es la Casa Museo Vicente Blasco Ibáñez




EMILIA PARDO BAZAN

Era hija de una familia gallega noble y muy pudiente de España: el conde José Pardo Bazán, título que heredó en 1890, y Amalia de la Rúa. Fue su madre quien la estimuló a leer y, a la edad de 9 años, ya empezaba a mostrar un gran interés por la escritura. Fuera de la casa de la calle de Tabernas, poseían otras dos residencias, una cerca de Sangenjo, un pueblo de pescadores, y la otra en las afueras de La Coruña, el Pazo de Meirás. En la biblioteca paterna encontró acceso a una gran variedad de lecturas; declaró que sus libros preferidos entonces fueron Don Quijote de la Mancha, la Biblia y La Iliada. En la casa de La Coruña leyó además La conquista de México de Antonio de Solís y las Vidas paralelas de Plutarco. Los libros sobre la Revolución Francesa le fascinaban. Cuando la familia iba a Madrid durante los inviernos Emilia asistía a un colegio francés protegido por la Real Casa, donde fue introducida a la obra literaria de La Fontaine y Jean Racine. A los doce años la familia decide quedarse en La Coruña durante los inviernos y allí estudia Emilia con instructores privados. Se sale del ritual de la educación femenina al negarse a tocar el piano y a tomar clases de música. Dedica todo el tiempo posible a su verdadera pasión, la lectura.
Se estableció en Madrid en 1869, un año después de contraer matrimonio a los diecisiete años con José Quiroga. Los padres de ella se instalan también en Madrid cuando José Pardo fue nombrado diputado, pero éste se desilusionó pronto de la política y toda la familia se marchó a Francia. Viajaron por Europa (Inglaterra, Italia, Alemania) y Emilia aprendió además inglés y alemán. Asidua lectora de los clásicos españoles, se interesó también por las novedades literarias extranjeras y se dio a conocer como escritora con un Estudio crítico de las obras del padre Feijoo (1876), con el que ganó un premio, compitiendo en este certamen con Concepción Arenal. Este mismo año nace su primer hijo, a quien le dedicará un libro de poemas titulado Jaime, publicado por Francisco Giner de los Ríos. En 1879, coincidiendo también con el nacimiento de su primera hija, Blanca, publicó su primera novela, Pascual López, autobiografía de un estudiante de medicina que se halla influida por la lectura de Pedro Antonio de Alarcón y de Juan Valera, y todavía al margen de la orientación que su narrativa tomaría en la década siguiente. Con Un viaje de novios (1881), publicado el año en que nació su última hija, Carmen, y La tribuna (1882), inició su evolución hacia un matizado Naturalismo. En 1882 comenzó, en la revista La Época, la publicación de una serie de artículos sobre Émile Zola y la novela experimental, reunidos posteriormente en el volumen La cuestión palpitante (1883), que la acreditaron como uno de los principales impulsores del naturalismo en España. Este libro causó un gran escándalo, de forma que su marido, horrorizado por la situación, le exigió que cesara de escribir y que se retractase públicamente de sus escritos; no lo hizo, sino que decidió separarse de su marido dos años más tarde, en 1884. En este año publicó La ama joven, que trata precisamente sobre crisis matrimoniales. Benito Pérez Galdós, por entonces cercano también al Naturalismo, inicia una relación amorosa con ella que durará más de veinte años. Ella le engaña sin embargo con amoríos fulminantes con jóvenes como Lázaro Galdiano y Narcís Oller, haciéndose perdonar. En cuanto al Naturalismo practicado por Pardo Bazán, como el de Galdós, frente a los principios ideológicos y literarios de Zola, acentuaba la conexión de la escuela francesa con la tradición realista española y europea, lo que le permitía acercarse a un ideario más conservador, católico y biempensante en lo que respecta a ella, que nunca abominó de su Catolicismo, por más que admitiera las bases ideológicas del determinismo social y darwinista.
De su obra ensayística cabe citar, además, La revolución y la novela en Rusia (1887), Polémicas y estudios literarios (1892) y La literatura francesa moderna (1910), en las que se mantiene atenta a las novedades de fines de siglo en Europa. El método naturalista culmina en Los pazos de Ulloa (1886-1887), su obra maestra, patética pintura de la decadencia del mundo rural gallego y de la aristocracia, y su continuación La madre naturaleza (1887), fabulación naturalista que, al contrario que en José María de Pereda, demuestra que los instintos conducen al pecado. En 1888 visita en Venecia al pretendiente carlista al trono de España; los artículos que escribe al respecto contribuyen a la escisión del Carlismo.
Por otra parte, Insolación (1889) y Morriña (1889) siguen insertos en la ideología y en la estética naturalista. Con posterioridad, coincidiendo con la muerte en 1890 de su padre, evolucionó hacia un mayor simbolismo y espiritualismo, patente en Una cristiana (1890), La prueba (1890), La piedra angular (1891), La quimera (1905) y Dulce sueño (1911). Esta misma evolución se observa en sus cuentos y relatos, recogidos en Cuentos de la tierra (1888), Cuentos escogidos (1891), Cuentos de Marineda (1892), Cuentos sacroprofanos (1899), entre otros. Doña Emilia aprovechó la herencia paterna para crear una revista escrita por ella sola, El Nuevo Teatro Crítico, nombre que recuerda la obra de Benito Jerónimo Feijoo.
En Una Cristiana y La Prueba, de 1890, parece trabar polémica a través de la ficción con algunos de sus detractores morales, como el Padre Coloma, Menéndez Pelayo y Pereda. La diferencia de edad entre enamorados, el cruce de afectos o deberes familiares y el remordimiento religioso prueban en ambas novelas que Doña Emilia tenía más en cuenta la opinión de lo que aparentaba. Adán y Eva, que agrupa las novelas Memorias de un solterón (1891) y Doña Milagros (1894), parece la justificación del romance con Galdós. Pero en La Quimera (1895) vuelve al aguafuerte para retratar el Madrid polvoriento y bizcochable. Tiene un apasionado y breve lío con un profesor de Literatura Hispánica.
Funda y dirige en 1892 la publicación La Biblioteca de la mujer. Asiste a congresos como el Congreso Pedagógico, en donde denuncia la desigualdad educativa entre el hombre y la mujer. Aún consciente del sexismo dentro de los círculos intelectuales, propone a Concepción Arenal a la Real Academia de la Lengua, pero es rechazada; tampoco aceptaría ésta a Gertrudis Gómez de Avellaneda ni a ella (fue rechazada tres veces, en 1889, en 1892 y en 1912), por más que en 1906 llegó a ser la primera mujer en presidir la Sección de literatura del Ateneo de Madrid y la primera en ocupar una cátedra de literaturas neolatinas en la Universidad Central de Madrid, aunque solo asistió un estudiante a clase.
La rica obra de Emilia Pardo Bazán incluye también los libros de viajes (Por Francia y por Alemania, 1889; Por la España pintoresca, 1895) y las biografías (San Francisco de Asís, 1882; Hernán Cortés, 1914). El erudito Varela Jácome ha descubierto una novela inédita: Selva